Julio Castillo
En la reciente Convención
Demócrata, Barack Obama afirmó: “la política no es un deporte para
verlo desde las tribunas”. Hace poco el papa Francisco alentaba a los
cristianos a participar en política como una manera de ayudar a
cambiar el mundo. Ambos señalamientos vienen como anillo al dedo a la actual
situación política del país.
En efecto, hoy estamos
viviendo una pesadilla que tuvo, entre otras causas, la frivolidad con la que
la mayoría de los venezolanos actuó hace más de 17 años. Para esa época ya
estaba en proceso una campaña sistemática para despolitizar la sociedad. Los
medios de comunicación habían asumido la tarea de alentar la antipolítica
buscando una opción alejada de los partidos pero obviamente manejable por Los
Amos del Valle de la época. Fue así como surgió Irene Sáez y luego el mismísimo
Chávez cuando la miss se desplomo en las encuestas.
¡Un gentío compró aquella
baratija! Salas Romer perdió las elecciones ante un Chávez apoyado por los
banqueros nacionales e internacionales; los dueños de los medios y los restos
de la izquierda borbónica vernácula, todos a su manera entonando el
mismo himno de la antipolítica más reaccionaria y populista. Ese mismo fantasma
recorre a Europa y toca la puerta de los Estados Unidos con Donald Trump.
En los años 60 ese sentimiento
acuno en la gauche divine europea. Sentados en los cafés del Boulevard Saint
Germain, en las terrazas del Paseo La Castellana y en los bares de Covent
Garden, hicieron una épica de la insurrección latinoamericana con un pasmoso
cinismo como método: Nosotros poníamos los muertos y ellos escribían las
novelas y hacían las películas.
Hoy, desde las playas de
Miami Beach, los cafés de Biscayne Boulevard, una nueva especie de
antipolíticos venezolanos denostan de los partidos, de la Mesa de la Unidad de
los diputados de la Asamblea nacional y nos llaman a emprender una guerra
contra el gobierno que ellos verán por CNN maraqueando un mojito de ron
dominicano.
Tienen por aquí sus
seguidores, guerrilleros de la web, francotiradores del 2.0, héroes del teclado
y los smart phones. Es a estos managers de tribuna a quienes se ha dirigido
Barack Obama y el Papa Francisco y a quienes humildemente nos
dirigimos los demócratas que queremos cambiar el país quizás no haciendo el
paraíso perfecto que sus iluminadas mentes prevén sin políticos cochinos a la
vista, sino uno más modesto con papel toilette, agua, gasa en los hospitales,
un poquito de seguridad en las calles y unos políticos a los que habrá que ir
obligando a que dejen sus malas mañas.
La política es uno de los
terrenos de la actividad humana donde la voluntad puede transformar la
realidad. Pero la única manera de que esos cambios se produzcan es
organizando esa voluntad. La gente dejada a su libre albedrío puede generar
motines, saqueos, estallidos sociales. Los que sueñan con despertarse de golpe
un día y ver al país incendiado por los 4 costados para que seas ese el del
Armagedón final cuando arreglaremos cuentas con los chavistas hay que decirles
que están equivocados. Que tal profecía apocalíptica puede tener
lugar pero de ella no saldrá nada nuevo sino que veremos de nuevo a miles de compatriotas
detrás de un hombre a caballo como Chávez
Si usted tiene voluntad de
cambio entre a un partido o funde uno y organice el descontento en él. Si lo
que quiere es otra cosa hago una ONG de tiradores de piedra. Quizás así
regresemos al pleistoceno y a los dinosaurios pero así nunca rescataremos la
democracia.
juliocasagar@gmail.com
@juliocasagar
No hay comentarios:
Publicar un comentario