JESÚS E. MAZZEI
ALFONZO | EL UNIVERSAL
jueves 3 de diciembre
de 2015 12:00 AM
A raíz del
nombramiento de Marco Peña, futuro jefe de gabinete del nuevo presidente de la
Argentina, Mauricio Macri, quien es un destacado politólogo con una interesante
carrera política al seno de la sociedad argentina, y de algunos correos que
recibí por mi artículo de "Politólogos y políticos", se reaviva la
discusión añeja de la posibilidad de compatibilizar ambas actividades.
El politólogo cumple
varios roles en la sociedad: docente, investigador, asesor o consejero de
grupos de interés, como funcionario en la administración pública y privada,
como consultor en los centros de servicios de estudios, en el periodismo de
opinión y finalmente el ejercicio de la praxis política elevando así la calidad
del debate político y la cultura política.
Cabe señalar que los
estudios de ciencia política pasan hoy en día, por un proceso de aggiornamento
que tendrá que adaptarse a reformas curriculares para seguir no solo en una
combinación virtuosa de los enfoques neoinstitucionales e
históricos-institucionales, sino de enfoques inter transdisciplinarios de
comprensión de las nuevas complejidades de la realidad, tanto las de tipo
estructural y sociológica, estudiando tanto las reglas de juego como las
asimetrías del poder, como los conflictos sociales, económicos y culturalmente
heterogéneos y los procesos de globalización.
En efecto, se trata
de un proceso que se conoce como globalización, todo se mueve en forma rápida e
instantánea. El politólogo debe moverse y actuar en ese nuevo ambiente para
describirlo, interpretarlo y analizarlo adecuadamente, porque al profesional de
esta carrera en el siglo XXI, le corresponde como función entre otras cosas:
observar, diagnosticar, describir, evaluar los componentes de la realidad
socio-política que enfrenta y finalmente, intervenir en el mejoramiento de los
cursos de acción de las estructuras estatales que las adoptan. Estas son las
políticas públicas, para proponer alternativas viables, razonables y plausibles
para mejorar los procesos de toma de decisiones. Lo mismo se puede aplicar al
rol del politólogo en la sociedad civil.
Por otra parte, los
fundadores de los estudios politológicos buscaron formar un individuo con los
conocimientos transdisciplinarios adecuados para poder interpretar y analizar
los complejos y dinámicos fenómenos políticos de su tiempo y momento histórico.
Por ello, el politólogo, tiene un interesante espectro laboral, por sus
habilidades y competencias. El ingreso de los primeros politólogos a la
administración pública y al sector privado se hizo muy difícil en sus
comienzos, pero ellos logran sortear esos obstáculos con éxito y eficiencia.
El politólogo en ese
sentido, se desempeña como funcionario público en un amplio campo que abarca el
nivel nacional, estatal y municipal en los siguientes ámbitos: seguridad y
defensa, política internacional, área socio-administrativa, gerencial,
coordinación y planificación, asesores en la empresa privada como consejeros y
asesores de los grupos de interés. En este aspecto, cabe resaltar el desempeño
en funciones en el sector privado en áreas gerenciales, manejo de recursos
humanos, planificación estratégica, estudios de desarrollo y comportamiento
organizacional, análisis de presupuesto, control y supervisión de gestión,
desarrollo de diagnósticos para la ejecución de planes, programas y proyectos
del sector inmobiliario con viviendas de interés social u organismos no
gubernamentales y/o banca privada, en los servicios de estudios, periodismo de
opinión y el periodismo político, en la política activa. Con ello, se busca elevar
el debate y las cualidades de una persona para la praxis política. Se genera,
potencia y difunde una mejor cultura política.
El politólogo, se
sitúa en el espacio que comunica al hombre de acción con el hombre de
reflexión, el político práctico con el pensador político. Su lugar no es otro
que el de la práctica vinculante entre estas dos posiciones: una distancia
suficiente, nunca una separación, con el hombre de acción y luego una capacidad
para traducir la reflexión en actos de proyección política. Si se queda en la
acción reduce las posibilidades de maduración de la idea que inspira, de la
imaginación creativa, del rigor que conduce, de la intuición que cobra vida.
Limitarse a la reflexión sería condenarse a la esterilidad intelectual. Las
buenas intenciones, las altas aspiraciones y las grandes abstracciones visten
el ropaje de la conformidad, del aislacionismo improductivo y muy a menudo de
la ausencia de voluntad creadora. Su quehacer no se reduce a la acción
militante ni a la reflexión por encima del mundo que lo rodea. Su proyección
lleva en germen la acción y se nutre de una sólida reflexión. El politólogo es
un artesano intelectual, está comprometido con la búsqueda de la verdad. El
dirigente virtuoso es el que, desde lo real, combina los medios eficaces con
los fines realizables, como dice José María
Ruiz Soroa.
jesusmazzei@gmail.com
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